jueves, 29 de mayo de 2008

RoMaNoS


Algo muy sabido de los romanos es la pompa y despilfarro que los caracterizaba. Pero no siempre fue así: Los primeros romanos fueron históricamente de personalidad estoica y humilde, cuyos lujos mayores llegaban a ser tan diminutos como poseer unos cuantos cerdos y disfrutar de algunas verduras hervidas aderezadas con aceite de oliva como el mayor de los manjares; gradualmente, y con el crecer de la República, éstos fueron no sólo ganando poder sino que convirtiéndose en verdaderos cirqueros, en el buen sentido del la palabra. Vemos las diferencias entre los velatorios griegos y los romanos: unos austeros y tristes; los otros pomposos y parafernarios, colmados de comilonas y juegos gladiatoriales en honor al o la difunta.
Estos cambios se dieron relativamente rápido. Observamos a los Escpiones, salvadores de Roma, que vencieron al poderoso Anibal en Zama y logramos ver hombres austeros que vivían prácticamente como soldados; bastarían solo un par de generaciones luego de estos acontecimientos para ya ver a Cornelia Escipiona viviendo como toda una cortesana francesa del siglo 18. Organizando banquetes y reuniones donde la austeridad era lo único que faltaba a la mesa. Estos rápidos cambios en un Reino que violentamente se convertía en una República y una República que aún más violentamente se convertía en el Imperio más grande y glorioso que este planeta ha visto llevaron a que consecuentemente Roma cambiara en todos sus aspectos. Los ciudadanos de la vieja orden, los descendientes de ésos patricios padres de la Patria, veían como hordas y horas de extranjeros cada día llegaban a Roma y sus provincias, incluso en algunos casos convirtiéndose en ricos mercaderes o renombrados Senadores. Los patricios, quienes lógicamente no disfrutaban mucho de esto, fueron tomando como costumbre el pasearse cargando los bustos de sus antepasados en los diferentes desfiles y procesiones que eran tan comunes en Roma, demostrando así la antigüedad y legado de su familia. Lo realmente curioso llega cuando vemos que estos bustos eran colocados en balcones o terrazas, para así mostrar a todo el mundo el caudal de antepasados que la familia poseía. Al estar a la intemperie estas figuras eran atacadas por el polvo y el hollín de las fogatas y hornos, tiñendo inevitablemente de un color negruzco las caras talladas de los ancestros. Esta suciedad no era motivo de vergüenza para los romanos, todo lo contrario, mostraba la antigüedad del busto y consecuentemente esto era señal de lo larga y ancestral que era la familia de por si. Es por esta razón que hoy en día la frase popular “Se le subió el humo a la cabeza” representa soberbia y conmemora, aunque en la gran mayoría de los casos se dice sin saber el por qué, a esta costumbre Romana de cargar los bustos de los antepasados, y preferentemente los manchados con hollín, para demostrar publicamente la antigüedad de su linea familiar.

Lamentablemente los temores de Octavio de una Roma que dejase de ser Roma a causa de la constante llegada de tantos “no romanos” más preocupados en la riqueza que en Roma misma terminaron cumpliéndose, y para el siglo quinto vemos un ejército “Romano” totalmente germanico más preocupado por el botín que por la defensa misma de la Urbe; y un Senado “Romano” donde ser un romano sería una rareza. Como diría el gran historiador Indro Montanelli: “La caída de Roma no fue una caída, fue un simple cambio de guardia entre bárbaros”. No obstante, y afortunadamente, sin duda alguna el legado cultural Romano quedó vivo en nuestros días y eso lo comprobamos en el día a día. En nuestras frases, en nuestros dichos y lenguas aun queda viva la llama de la cultura Romana.

UNA PEQUEÑA CURIOSIDAD:
Los antiguos romanos cuando tenían que decir la verdad en un juicio, en vez de jurar sobre la Biblia como en la actualidad, lo hacían apretándose los testículos con la mano derecha. De esta antigua costumbre procede la palabra testificar.

No hay comentarios: