jueves, 5 de junio de 2008

Ecos de una batalla olvidada...


Es posible que hace unos 2.500 años se librara un sangriento combate en las inmediaciones de la ciudad ibérica de Ipolca, la actual Porcuna, en Jaén. También es posible que los hechos quedaran idealizados en un impresionante conjunto escultórico cuyos fragmentos, cerca de 1.500, fueron hallados a principios de los años setenta en el Cerrillo Blanco. La reconstrucción y el estudio de estas esculturas han aportado nueva luz al conocimiento del todavía enigmático mundo de los iberos. Fotografías de Marc Llimagras/Museo Provincial de Jaén

El Cerrillo Blanco es una pequeña loma cercana a Porcuna, en plena campiña de Jaén. Allí, entre los olivos, aparecieron los primeros fragmentos de las esculturas a comienzos de los años setenta. Sin darles mayor importancia y tal vez por temor a que le desgraciaran el olivar, el propietario del terreno se limitó a vender las piezas y procuró ocultar el descubrimiento. Por fortuna, en junio de 1975 los compradores las ofrecieron al entonces director del Museo de Jaén, Juan González Navarrete, quien adelantó su propio dinero para adquirirlas. Días más tarde se conseguían los permisos pertinentes y se iniciaban los trabajos arqueológicos. De este modo se localizaron varios fragmentos desperdigados por el olivar, pero la mayroía –de un total de 1.486- se encontraron cuidadosamente depositados en una zanja cubierta por grandes losas de piedra. En campañas posteriores, efectuadas en 1978 y 1979, se identificó el lugar como una necrópolis de época tartésica (siglo VII a.C). No obstante, todo apunta a que, en su origen, el conjunto monumental estaba en otro sitio y posteriormente fue trasladado hata la fosa después de ser destruido. Lea el Gran Angular completo en la revista.

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